Hoy me confieso…

ME CONFIESO. Ser madre no ha resultado tan fácil para mí en los últimos años. Sobre todo cuando eres el tipo de mamá que se rehúsa a dejar de lado su lado profesional,  sus sueños de emprendimiento o proyectos de vida que para ti son preciados. Por mucho tiempo, les confieso hoy  con sinceridad,  yo me castigué y me sentí muy mal, pensando en que debía concentrarme más en mi maternidad y menos en el trabajo o mis sueños, dejar de lado muchas cosas, para ser la mejor para mis hijos. Lloré, me frustré, renegué en muchas ocasiones, pero un buen día, decidí no lastimarme más y dejar de cargar con todo lo malo que sentía, y entendí finalmente, que no se trataba de elegir o abandonar, se trataba de ser una madre que hace lo que puede con amor y sin buscar la PERFECCIÓN.

A partir de ese día, en que me convencí que no era una mala mamá, estaba dispuesta a hacer todo lo mejor que podía, y si de sacrificios se trataba, sólo sacrificaría sueño, para exprimir esas 24 horas que tiene el día, y darme tiempo para hacer todo lo que me hace feliz… el dirigir mi empresa, hablarles a ustedes, escribir mis libros, hacer deporte, o cosas tan simples pero naturalmente femeninas, como reunirme con amigas de vez en cuando, ir de compras, arreglarme el pelo, hacerme una manicura, pero sin tener que abandonar mi rol como mamá.

Nada de estas cosas le roban tiempo a mis hijos, ni me hace menos madre, o madre imperfecta. Soy como cualquier mujer de carne y hueso, que siente, que desea, que sueña, y trata todos los días de hacer lo mejor que puede. Esta es la madre que les tocó a mis hijos, y ellos me aman así, y tanto como yo los amo a ellos.

Hoy comparto estos sentimientos, pues muchas hemos pensado y pasamos por lo mismo, y nos cuestionamos, nos culpamos, nos herimos, nos sacrificamos, al punto de abandonar cosas que queremos y que tanto esfuerzo nos costó, pues piensan que está mal, que no es lo mejor para sus hijos. No hay nada de malo seguir trabajando, aceptar ese ascenso, viajar por trabajo, consolidar ese proyecto, e incluso por decisión propia dedicar el 100% a nuestros hijos, pero sólo si nos hace feliz, y no lo hacemos porque así debe ser o porque alguien nos juzga.

Las horas que trabajo y no los paso con mis hijos, las recupero con creses.  Les cocino, arreglo su ropa, ordeno sus cosas de colegio, los corrijo, los educo, juego con ellos y velo por su buena educación y sus valores.

Hoy, no me siento una mala madre porque me gusta alcanzar el éxito en lo que hago. Creo que sería peor, sentirme amargada y frustrada y con esa sensación criar a mis hijos. Sé que ellos se sienten orgullosos de la madre que tienen, y quizás mi ventaja sea, la fortuna de un esposo que no te detiene, te alienta y comparte roles sin reclamos.

Llevo un poco más de diez años criando hijos, y les puedo asegurar que con esta madre que les tocó a Mikela y Matteo, son niños felices y que en mis diez años de maternidad, han sido mi mejor impulso. Sigo dirigiendo mi empresa, me falta un año para terminar mi inglés avanzado y llevo ya dos estudiando tres veces por semana, le dedico una hora al deporte todos los días, estoy preparando mi tercer libro y aún tengo deseos de hacer muchas cosas casi a mis 50 años, pero no he dejado de ser mamá, ni mucho menos esposa. Tengo mis altas y mis bajas, pero sigo adelante.

Sólo quiero decirles, que tomen la maternidad como un impulso de vida y no como una castración a sus sueños. Que lo mejor, siempre viene con la llega de nuestros hijos, y no es fácil, lo sé, pero si empiezan a dejar de castigarse o sentirse mal, verán que disfrutarán la vida como otra perspectiva.

No intento que todas piensen como yo, porque cada madre es única.

¡Feliz día a todas, con todo mi respeto y admiración!

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